"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" Mariano Moreno

viernes, 30 de agosto de 2013

FINA WARSCHAVER: EL DESAFÍO DE UNA DESOBEDIENTE



En el panorama de las letras argentinas cierta aureola romántica viste el entorno de  las mujeres. Pareciera que cuando la referencia tiene hormonas femeninas la escritura es distinta y el análisis que se desprende de ella termina en preconceptos  desacertados. La lucha que debieron enfrentar  las arriesgadas damas que pretendieron incursionar en un terreno acotado a los hombres, ha dejado una literatura para llenar cientos de páginas. Resultan inconsistentes, al respecto, muchos argumentos descalificantes. Rosina Valcárcel decía: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Por su parte Diana Miloslavich argumenta que “Una ideología tan insólita y desmesurada como el feminismo, que pretende explicar la historia de la humanidad, desde los orígenes de la civilización hasta nuestros días, como un proceso ininterrumpido de opresión de todos los hombres sobre todas las mujeres, por fuerza tiene que dejar en la oscuridad enormes porciones de la realidad histórica y social para que su argumentario conserve cierta coherencia”.
También es sumamente interesante  tomar referencia sobre un agudo análisis de Adelaida Martínez titulado Feminismo y literatura en Latinoamérica para tener una idea más acabada sobre este tema.
Los últimos treinta años han sido testigos de una revolución ideológica que, a la manera de los grandes cataclismos históricos, ha cambiado la faz cultural de la tierra. Haciendo visibles a las mujeres y dotándolas de voz propia, es decir, convirtiéndolas en agentes del poder político (aunque todavía muy limitado, queda mucho por hacer), el feminismo ha causado una transformación profunda en la sociedad contemporánea pues las mujeres están consiguiendo que se deroguen leyes anticuadas a favor de nuevas constituciones, que se corrijan convenciones y protocolos obsoletos, que se revisen actitudes vitales equivocadas y que se desechen falsos valores comunitarios. Con ello el feminismo está dando carácter de época a nuestro tiempo y está marcando las pautas a la cultura del porvenir.

La revolución feminista está ocasionando estragos en todos los ámbitos de la vida actual, desde la moda hasta los dogmas de fe y evidentemente ha cambiado los códigos de la comunicación en todos los idiomas. Baste un ejemplo para ilustrar lo que digo. El signo lingüístico hombre que, en español, en ingles y en muchos otros idiomas, había servido de significante a la totalidad de la especie, hoy se reserva casi exclusivamente para designar al varón. En broma y en serio ahora hay que puntualizar "mujeres y hombres" para significar genero humano. Se alteran los códigos de la comunicación porque ha habido una modificación en las actitudes vitales, porque se ha adoptado una nueva postura frente a la realidad. En este clima revisionista prolifera la literatura femenina. Recibe su impulso inicial del movimiento feminista y de el le viene también su extraordinaria vitalidad. Comprometida a destruir los estereotipos temáticos y formales que la habían falseado, subvierte las convenciones lingüísticas, sintácticas y metafísicas de la escritura patriarcal registrando la totalidad de la experiencia femenina (social, espiritual, psicológica y estética) en textos que van desde la denuncia airada hasta lo lírico-intimista.

La escritora contemporánea rompe con el status quo y crea universos que corresponden a sus propios valores, sin negar su biología y desde su perspectiva de mujer. El resultado es un nuevo canon en la literatura: una imagen de la realidad captada con ojos de mujer y plasmada con discurso hémbrico. Imagen que no había estado totalmente ausente de la literatura anterior pero que ahora se configura en una abundantísima publicación de textos, los que han llegado a constituir un corpus con su propio contexto, su propia voz y su propia visión, la cual debe ser juzgada por sus propios méritos.



Una vez superado el asombro por la explosión de escritura femenina que se viene registrando en los últimos veinte años por todos los países de América Latina, se está entrando en un momento de reflexión y análisis. Hay un dialogo, entablado a nivel internacional, entre escritores y críticos, para determinar los puntos de coincidencia y los de divergencia entre la literatura femenina latinoamericana y las otras literaturas tanto del tercer como del primer mundo, incluida la teoría literaria. Tarea nada fácil, pero el esfuerzo ha comenzado. Dada la globalización que en el siglo XX han ocasionado los medios de comunicación y la facilidad de viajar, ya no es posible marginar del todo ni siquiera aquellos lugares que antes parecían tan lejanos y exóticos. Así es cómo y por qué la practica textual de las escritoras latinoamericanas ha trascendido el continente aportando lo suyo a la formación de la estética que ahora rige.

La revisión del canon que efectúa la literatura femenina latinoamericana coincide con las enmiendas que hacen las literaturas femeninas de otras lenguas integrando temas antes "prohibidos," como la sexualidad de la mujer, la denuncia de la opresión patriarcal, la búsqueda de la identidad, lo que supone el proceso de escribir para una mujer en la sociedad actual. Se distingue de las otras literaturas por incorporar la problemática tercermundista del colonialismo, del silencio ocasionado por la tortura política, y de la violación ecológica. En cuanto a la expresión, la temática, así corregida y aumentada, solivianta el discurso hegemónico enriqueciéndolo con nuevos e inéditos códigos. Expongo a continuación algunas consideraciones que espero contribuyan a aclarar, por un lado, el carácter singular de la literatura femenina latinoamericana y, por otro, la coyuntura histórica en que hoy se encuentra esa literatura.

Lo que define a la literatura femenina latinoamericana es indudablemente su diversa y multidimensional especificidad cultural, repartida en diecinueve países que difieren profundamente en su constitución racial, en su desarrollo histórico y en sus estructuras sociopolíticas. La experiencia femenina en los países andinos, con su altísimo índice de población indígena y de pobreza, difiere de la experiencia femenina en el cono sur, victimizado por la tiranía dictatorial y la censura; las dos, a su vez, son distintas de la experiencia caribeña de Cuba o Puerto Rico, países mediatizados de manera decisiva y tan diferente por el poder de los Estados Unidos. Lucia Guerra afirma, con razón creo yo, que la contribución del feminismo latinoamericano radica precisamente en su énfasis en la heterogeneidad, "nunca ajena a los procesos históricos. Es también la heterogeneidad latinoamericana la que ha permitido explorar, desde una nueva perspectiva feminista, un imaginario del mestizaje en el cual la mujer se representa con una autonomía y poder que la distingue de las imágenes construidas en la cultura europea".
“... En conclusión, ya hemos empezado a superar el estallido inicial de la protesta feminista que, como el de toda revolución, fue necesariamente estridente; pero ahora que ya hemos cambiado el mundo -aunque sea mínimamente-, que ya hemos obligado a los ojos y los oídos de la sociedad contemporánea a fijarse en lo que dicen y hacen las mujeres, el terreno es fértil para formular programas y presentar demandas serenamente. Queda mucho camino por recorrer pero las nuevas generaciones no podrán deshacer lo andado por la nuestra. Ese es el contexto en el que escriben las escritoras latinoamericanas, inventándose a si mismas e inventando también a los hombres para descubrir dominios antes no explorados del ser y la existencia, construyendo nuevos signos para expresar su original percepción del universo, liberando al discurso de viejos tabúes patriarcales, inscribiendo su ideología de emancipación para cambiar voluntariamente la historia. Y todo ello en una escritura fabricada desde los ritmos más íntimos de sus cuerpos de mujer”.




En todo este panorama uno observa que el hilo de la desobediencia va suturando la trama de heridas inconfesables. La hipocresía que parece ser un modelo bastante usual, no queda descartada en este despiadado entramado donde la mujer-objeto aparece expuesta sin atenuantes a una malograda forma de vida ¿Quién puede sostener hoy  el argumento despectivo sobre  una creación literaria de hombres y otra de mujeres? El manoseado slogan de “haz recorrido un largo camino, muchacha” parece no tener efecto. Es preferible hablar de atajos y senderos tal vez poco transitados, dado que el camino no deja de ser, en muchos casos, una suerte de frase publicitaria bien armada. Tratemos de pensar por un instante en esa lucha descarnada de mujeres atrevidas que se manifestaron con letras urgentes sobre el papel no siempre perfumado. Dejemos por un momento esta suerte de primavera que hoy llena de flores los suplementos literarios y en donde las mujeres parecen contar con un jardín cuidado por expertos ambientalistas, y miremos a esa tierra arrasada, invadida con malezas y espinillos imposibles de caminarla sin una lastimadura. El espacio facilitador que se abrió con las redes sociales y las editoriales de estructura concentrada permitieron una explosión de autores que nunca como ahora ven su obra en letra de molde. Con los riesgos que atañe y los prejuicios que conlleva, podemos decir que el horizonte está más cerca y que aquellas batallas perdidas hoy se libran con otras armas y sin tiendas de campaña.
El caso de Serafina Warschaver -Fina para la comunidad literaria-(1910-1989) es un modelo que atrapa por tratarse de una mujer que totaliza toda una historia rica de definiciones. Autora de libros de ficción, ensayos literarios y estudios históricos, Fina Warschaver provenía de una familia de inmigrantes ruso-judíos que a comienzos del siglo veinte se habían radicado en el litoral argentino, huyendo de las persecuciones y los pogromos de la Rusia zarista. Allá, en los orígenes de una aldea llamada Tatarbunar (pueblo de tártaros), busco una explicación de mi propio ser, escribirá décadas después  en su Diario personal. Sus padres, José Warschaver, nacido en Nicolaeff y Berta Scheiner, en Besarabia, ambos territorios de Rusia, se conocen en Rosario y se casan el 12 de febrero de 1910. Más tarde se instalan en Buenos Aires, donde nacen sus cuatro hijos: Serafina (1910), Eva Flora (1912), Eduardo (1914) y Raquel (1918).  Don José fue un experto perito especializado en cereales, trabajaba en la Casa Dreyfus y esto le permitió acceder a una holgada posición económica. Eva Flora cursará la carrera de Ciencias Naturales, Eduardo se inclinará por la abogacía y Raquel se especializará en las  traducciones del idioma francés. Eduardo desarrollará una brillante carrera en derecho laboral e internacional. Colaborará en la Revista Qué Sucedió en Siete Días, cofundada con su cuñado Eduardo Calamaro; publicará cuentos en La Nación y Sur y artículos de Derecho Internacional en Clarín y otras publicaciones. Raquel, por su parte, estará al frente del control editorial de la editorial Nueva Visión. Los cuatro hermanos, desde jóvenes, abrazarán las ideas socialistas.
Fina, menos esquemática abandonará sus estudios en el Liceo  y se acercará al estudio del piano y canto con Clara Oyuela (1907-2001), soprano Argentina reconocida internacionalmente. Fue alumna de piano de Pallemersts, de composición con Jacobo Fischer e integrante de la Asociación de Jóvenes Compositores de la Argentina.



En 1930, el trasatlántico Monte Cervantes, construido en Alemania, inicia viajes en Argentina como crucero turístico con destino a Punta Arenas. Entre los pasajeros de esa nave están la madre y sus cuatro hijos. El 22 de enero, el barco encalla a unos pocos kilómetros de la ciudad fueguina y en pocas horas se hundirá. Los náufragos son evacuados a Ushuaia y el 28 de enero inician el regreso a Buenos Aires a bordo del buque Sarmiento. Esta experiencia traumática marcará la vida de la escritora.

Precisamente ese año comenzará la carrera de Historia en el Instituto Superior del Profesorado y se recibirá en 1935. En esa etapa se inicia en la militancia adhiriendo al ala más dura del movimiento socialista y participando en la revista Cauce, una publicación que pertenecía al espacio de la llamada “izquierda socialista”.  Digamos que en el período que va de 1914 a 1936 -por poner dos fechas emblemáticas: entre el estallido de la primera guerra mundial, el comienzo de la revolución y la guerra en España-, la dirección moderada del Partido Socialista mantuvo la hegemonía al interior de sus filas, aunque se vio seriamente cuestionada, por izquierda y por derecha. Desde esta última orientación, provino en 1927 la oposición interna y luego la escisión de lo que iba a ser el Partido Socialista Independiente, liderado por Antonio de Tomaso y Federico Pinedo.

Por su parte, los sucesivos cuestionamientos de los sectores más radicalizados derivaron casi siempre en rupturas: a fines de 1917, los sectores internacionalistas que van a fundar el PS Internacional (luego PC); en 1921, los "terceristas" que lideraba Enrique del Valle Iberlucea; finalmente, entre 1929 y 1936, la llamada "izquierda socialista", muchos de cuyos partidarios van a dar vida al Partido Socialista Obrero.

La "izquierda socialista" (1929-1936) se había constituido como un ala dentro del Partido en torno a un programa que contemplaba: insertar al socialismo en el movimiento obrero; revalorizar el marxismo revolucionario contra el reformismo; cuestionar la política de la socialdemocracia internacional (su "impotencia frente a la expansión nazi-fascista"); revalorizar la experiencia soviética; y, finalmente, cuestionando las perspectivas liberales del socialismo argentino, revalorizar el antimperalismo.

Dicha izquierda encontró apoyo institucional en la Juventud Socialista y en las Federaciones de Mendoza, Tucumán, Entre Ríos y La Pampa. Buena parte de este espacio terminó por constituir en 1937 el Partido Socialista Obrero, otros, en cambio, como Ernesto Giúdici, director de Cauce, ingresará en 1934 al Partido Comunista.
 Fina participa activamente en los primeros movimientos  feministas, se vincula a Salvadora Medina Onrubia, colabora en el Movimiento Femenino Antiguerrero y más tarde, en la Unión de Mujeres de la Argentina.  Poco después comienza a colaborar en la revista Claridad, editada por Antonio Zamora, fundador de la editorial del mismo nombre y estrechamente vinculado al Grupo Boedo. Allí publicará artículos sobre temas históricos. De ahí la sorpresa que expresa Mario Bunge en una carta que le envía cuando publica la  primera obra de ficción: "La tenía más como científica que como literata".

En 1935 cuando había conocido a Ernesto Giudici, destacado militante universitario y socialista, co-fundador del Partido Socialista Obrero junto con Benito Marianetti, había sentido una suerte de admiración hacia su persona. Con el tiempo se transforma en pasión. El 1 de diciembre de 1936 contraen matrimonio. En noviembre de 1937 nace su hija Nora y en 1941 su hijo Alberto. Nora sufre en el parto un estrangulamiento con el cordón umbilical, lo que le causa daño neurológico irreversible. La discapacidad de su hija marcará en Fina una temática recurrente en su obra.



El testimonio de su hijo Alberto es de una riqueza sustancial para conocer a Fina: “Ella siempre le reprochó a mi padre el no haberla apoyado suficientemente en el cuidado de mi hermana Nora, que requería educación especial en su crianza. No es que sola no pudiera hacerlo –tenía una energía impresionante–, sino que le dolía no ser comprendida por él. Ellos habían arrancado juntos, parejos, con la idea de que ambos iban a dedicarse a una obra creadora y militante, pero a poco de andar se consolidó una división del trabajo convencional, algo que se acentuó en los años de ilegalidad (durante el Onganiato, papá llegó a pasar siete años fuera de casa, y debíamos hacer citas para encontrarnos con él cada tanto). En una carta, mamá le reclama: ‘…yo no quería tener hijos, quería ser una mujer libre; pero los tuvimos y debemos asumir nuestras responsabilidades…’ Ese conflicto quedó reflejado en muchos textos de Fina, como una suerte de catarsis…”
Tras el golpe de Estado de 1943, Ernesto Giúdice, miembro del Comité Central del PC, debe vivir en la ilegalidad. Son momentos difíciles donde todo parecía terminar en suicidio o en la cárcel. El 30 de diciembre de 1944, Fina y sus hijos están en el cine, a la salida son detenidos. Fina permanece hasta el 20 de enero de 1945 en el Asilo San Miguel, donde están recluidas numerosas presas políticas. Por entonces, su hermano Eduardo se encuentra detenido en la Cárcel de Neuquén junto con cientos de presos políticos. Entre esos reclusos prominentes detrás de las rejas: Juan José Bienes, Víctor Sommi, Carlos Dujovne.
En 1946 inicia  su producción literaria con la novela El retorno de la primavera. Editado por la Editorial  Claridad e ilustrado por María Catalina Otero Lamas. Los responsables la saludan  y la declaran como una “nueva Roberto Arlt”.



En 1949 aparece La Casa Modesa, editado por Editorial Lautaro, un libro que marcará la literatura de ese momento. El acompañamiento social de la censura hacia aquella mujer que osaba levantar la cabeza de las ollas y pañales llegó por palabra y hasta por acción de algunos referentes de la izquierda argentina (quienes, paradójicamente, compartían los ideales de redención de los oprimidos). Al aparecer La casa Modesa, anticipo de lo que luego se conocería como “novela psicológica”, el boedista Elías Castelnuovo escribió a Fina estas líneas: “Leí su libro. Apreciación sintética: bueno. Si se tiene en cuenta que ha sido escrito por una mujer: muy bueno. (...) Su fuerte, no obstante, a mi juicio, es su punto vulnerable. Porque su fuerte –el psicoanálisis- es un arma de dos filos. Para frecuentar los llamados ‘territorios nocturnos del alma’ y proyectar allí alguna luz se requiere una valentía y una franquea difícil en el hombre, casi insalvable en la mujer.(...) Insisto, para su gobierno, que Usted tiene condiciones literarias nada frecuentes en la mujer.”
Bernardo Verbitzky así lo analiza: (...) “Resulta instructiva su lectura para todo aquel que alguna vez haya querido investigar el margen existente entre el escritor y el literato (...) Hay la indiscutible presencia de una escritora original, que nos introduce además en el complejo mundo femenino, siendo éste un testimonio valioso que no siempre percibimos en las mujeres que escriben (...) Demuestra, además, cómo la verdadera captación de la realidad, más compleja de lo que comúnmente se cree, puede llevar a la creación puramente fantástica”
El diario Crítica expresa: (...) “La Casa Modesa es un libro cruel. El libro de la angustia. (...) El clima torturante de la angustia va en crescendo desde el primero hasta el último de los relatos, encadenándolos entre sí por medio de la protagonista. Es este estado el que provoca el estremecimiento constante que transcurre entre la realidad y los sueños, cuando el pensamiento toma forma y se corporiza para adelantarse o eludir los sucesos (...) Con nobles elementos estéticos la autora construye su obra, esta obra viva y dolorosa, siempre personal. Su autora logra así un lugar entre las letras.”.

El diario La Nación se ocupa de La Casa Modesa en estos términos: (...) “Juzgada por un comité convertido en tribunal literario, La Casa Modesa sería condenada por burguesa, por minoritaria. Vista desde este ángulo, Fina Warschaver es excesivamente sutil. Comete el pecado de actuar con intención revolucionaria dentro del arte. (...) Su expresión, en muchas de sus páginas alcanza el grado de lo hermoso (...) hasta alcanzar resonancias de universalidad”.
El hipotético tribunal al que alude el comentarista de La Nación existió. Fue convocado, sin la presencia de la autora, por la Comisión de Asuntos Culturales del PC para juzgar las “desviaciones formalistas y burguesas” del libro. En esa reunión, el escritor Gerardo Pisarello defendió firmemente a Fina Warschaver y advirtió sobre los riesgos de “mutilar la libertad creadora que necesita un artista para reflejar su mundo de experiencia”. En los párrafos más salientes de su intervención –que años después (1968) le hizo llegar a Fina Warschaver -, señaló: “Resulta casi siempre nocivo para toda obra artística forzar las situaciones para condicionarla a una solución política que no le corresponde a ella darla. Por ese camino se le impone a esa obra la exigencia del panfleto.” Añade Pisarello que “en la novela de Fina predominan las sensaciones de angustia y de impotencia de una mujer sitiada por una realidad”, y se pregunta: “¿Le está vedado a un escritor comunista retratar ciertos tipos de personajes, reflejar determinados tipos de psicologías en sus novelas? Si se aceptara esto como norma, sería contraproducente” y el escritor viviría “siempre bajo el temor de herejía política. Y esto no haría sino conspirar contra su obra. Lo condenable es hacer mala literatura, sea su tema revolucionario o no.”
Otro documento revelador de esa polémica interna, es una larga carta del poeta Simón Contreras a Fina Warschaver, de la que se transcribe un párrafo.

“Estimada Fina: He leído La Casa Modesa de un ‘tirón’, es decir, interesado por su texto y apresado por el mensaje dramático que de él trasciende más allá de la voluntad de creación. Creo que realiza Ud. un verdadero aporte a nuestra literatura y le considero la mejor entre los escritores de nuestro Partido, incluyéndome con honor por supuesto. No es casual que Ud. tome el toro por las astas y se sumerja en la literatura de imaginación. (...) Dispense Ud. mi precaria condición de crítico. Deseo, únicamente, dejar constancia escrita de mi actitud ante su libro. Por otra parte, siento una profunda indiferencia por la crítica literaria sin genialidad, esa misma que no ha logrado captar que es Ud. una escritora de raza y que acaso, lo más celebrable de su libro sea lo que significa como anticipo de una gran carrera de artista. Simón Contreras, El Palomar, 17 de octubre de 1949”.
Miembro fundador de la mítica Asociación Arte Contreto-Invención, Simón Contreras fue co-firmante del Manifiesto Invencionista, junto con Edgar Bayley, Manuel Espinosa, Alfredo Hlito, Raúl Lozza, Tomás Maldonado, Enio Iommi y Primaldo Mónaco, entre otros. Este célebre documento apareció en la revista Arte Concreto N° 1, 1946 y fue el punto de arranque de la primera vanguardia orgánica de la Argentina y América latina, integrada por artistas plásticos y poetas, como Bayley y Contreras. Casi todos sus integrantes eran miembros del comunismo local pero tras los ataques de Zhdanov, en la URSS, al “arte formalista” y “decadente burgués”, fueron forzados a abandonar sus filas. La parte final de la carta de Contreras alude, evidentemente, a que La Casa Modesa fue silenciada en la prensa partidaria de entonces.
Como sucede con los buenos escritores, nada se puede decir sobre Fina Warschaver y sobre su mundo que ella no haya podido expresar antes –y mejor– con sus propias palabras, en papeles impresos o inéditos, celebrados o quemados en alguna moderna hoguera inquisitorial.
En 1951 traduce al castellano y prologa Gobernantes del Rocío del escritor haitiano Jacques Roumain (1907-1043). Aunque escrito en francés literario, el texto ofrece numerosas dificultades por el permanente uso del créole, lengua haitiana basada en el francés, con marcado aporte de lenguas del África occidental.

Colabora en Nueva Gaceta, publicación cultural que tiene como directores de Roger Plá, Héctor Agosti y Enrique Policastro. Escribe artículos sobre Erskine Cadwell  y comentarios de música.

Ya en 1952 integra la delegación argentina que asiste al Congreso Mundial de la Paz, celebrado en Viena. A su término, forma parte del grupo que viaja a la Unión Soviética y a la República Popular China  compuesto, entre otros, por María Rosa Oliver, Juan Carlos Castagnino y Leónidas Barletta. De Regreso en Buenos Aires, funda junto con Juan Carlos Castagnino la Asociación Argentina de Cultura China. Organiza exposiciones, conferencias y edita, la revista Cultura China. Publica el primer ensayo en el país sobre la obra Lu Shin, considerado por ella como el máximo escritor chino del Siglo Veinte.

Durante el gobierno de facto de la Revolución Libertadora se produce la   Operación Cardenal que fue la clara muestra de que a pesar de las promesas de democratización que el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu prometía, las acciones contra el movimiento obrero eran parte fundante de su proyecto político.




En pleno fervor de la Guerra Fría, cualquier tipo de rechazo al gobierno era visto como una provocación, un accionar ya sea de agentes infiltrados de la URSS o de miembros ligados a aquél Juan Domingo Perón exiliado. La resistencia no hacía más que perturbar la inestable paz que esperaban tener los golpistas, quienes creían que con un golpe de mano, todo volvería a la situación previa a 1945, fecha vista como el origen de todos los males. Entonces, el gobierno, luego de un sesudo planeamiento efectuó la encarcelación de 204 militantes comunistas, junto con el cierre de 24 de sus locales.
El contralmirante José Dellepiane imbuido del espíritu cesarista pronunció a los medios: “El Poder Ejecutivo Nacional, después de un período de atenta observación y análisis ha llegado a la conclusión de que dirigentes y activos adherentes de esa ideología de extrema izquierda estaban actuado contra la seguridad del Estado y atentando contra el decidido propósito del gobierno de normalizar el país”. Figuras como el poeta chileno Pablo Neruda y el músico Osvaldo Pugliese fueron las caras famosas de esta redada. Sus destino: la Penitenciaría Nacional, el Buque “París” y otras tantas cárceles dispuestas en largo territorio nacional.
Estas masivas detenciones estuvieron cubiertas por una generalidad de políticas anticomunistas, que desde ese momento ya se estaban empezando a arraigar en Argentina: tan solo tres días más tarde de estos sucesos el país participó del III Congreso Anticomunista Latinoamericano, que entre otras cosas, votaría como Día del Anticomunismo Mundial al 23 de octubre.



Entonces, la Operación Cardenal materializó un conjunto de tendencias que desde 1955 se hacían a la vista: la represión contra las organizaciones obreras, la persecución ideológica y el sistemático accionar anti-comunista, que en las décadas siguientes habrán de sumergir las Fuerzas Armadas a la nación.
En dos noches seguidas, cientos de militantes de izquierda fueron detenidos. La policía allana la vivienda de Fina buscando a su esposo. Al no encontrarlo, la llevan detenida y permanece un par de semanas en el penal de Humberto I, donde se encontraban recluidas, desde septiembre de 1955, numerosas militantes peronistas, entre ellas, la destacada dirigente Delia Parodi.
Publica en 1956 Cantos de mi domingo, editado por el Instituto Amigos del Libro Argentino. Recopilación de poemas escritos a lo largo de una década vinculados al propio yo, a la tierra nativa a su Compromiso Político.
 Entre 1960 y 1970 colabora en el mensuario Cuadernos de Cultura, con artículos sobre Modesto Mussorgsky, Cecilia Marcovich, Raúl González Tuñón, entre otros.
Publica en 1961 El hilo Grabado editado por Editorial Futuro.
Producido el golpe militar que destituye a Arturo Frondizi, una masiva cantidad de intelectuales, periodista y militantes son perseguidos y detenidos. Ernesto Giúdice es uno de esos que pasaron por las rejas. Fina se pone a la cabeza de las protestas e impulsa el Moviendo por la Libertad. La acompaña Carlos Astrada y recibe adhesiones de variados dirigente políticos, personalidades universitarias y de la cultura como también de parlamentarios de Chile y Uruguay.
Desde 1966 colabora regularmente en Testigo, publicación bimensual dirigida por Sigfrido Radaelli.
Transcurre 1972 y la poeta recibe la mención especial otorgada en el concurso Argentores-Odol por su obra teatral Los que derrocaron a Dorrego.

El 29 de julio de 1989, la notable escritora muere víctima de un infarto. En su escritorio quedaron numerosos apuntes. Un trabajo sobre la Revolución Francesa (era el Año del bicentenario), el borrador de una conferencia que debía dar dos días más tarde sobre el escritor correntino Gerardo Pisarello, su amigo entrañable  y el borrador inicial de la carta  que sería la despedida de una vida llena de pasión y compromiso. Esa carta escrita a raíz del embarazo de una niña producido por una violación, empujó a Fina Warschaver  a despacharla el día 24 de julio de ese año, cinco días antes de morir. La Nación decidió publicar la carta recién el 23 de septiembre -dos meses después- y no aclaró en esa oportunidad que quien la firmaba (“Fina Warschaver, Vuelta de Obligado 2284, Capital”) había fallecido. Por esa razón, comenzaron a llegar al buzón de la casa de Fina una serie de apoyos y mensajes de solidaridad de distintas personalidades que ignoraban que ella había muerto.
No hubo mejor homenaje, para esta intelectual argentina que recibió en vida su enorme cuota de silencio y el olvido, que esos mensajes que llegaron tardíos, inocentes, al buzón de la calle Obligado 2284, en el barrio porteño de Belgrano, cuando ya la dueña de casa había partido. En todos se trasluce el afecto y el reconocimiento que sus pares, aún sin conocerla, sentían por ella.
Reproduzcamos algunos de ellos: “Querida Fina: El 23 de septiembre vi  en La Nación una carta que me sorprendió por su valentía, su sinceridad, su manera de encarar el tema –el aborto voluntario—con toda la dignidad y la cordura que corresponde. Es una carta magnífica y la suscribo enteramente, en todos sus puntos. Me alegré, también, porque ha sido la manera de tener tu dirección…”
(Estela Canto)
“Querida Fina: Muchas gracias por su excepcional carta. Conseguí copia del fallo (32 carillas) de Remigio González Moreno (…) Si le interesa fotocopíarlo, está a su disposición. Afectuosamente.”
(María del Carmen Brión)
“Sra. Fina Warschaver: Acabo de leer su carta de hoy (…) me apresuro a enviarle estas líneas, pues no encuentro en la guía su teléfono para llamarla (…) Quiero felicitarla, estoy en todo de acuerdo con lo que dice; yo me indignaba, precisamente, con ese juez y el abogado, que no sólo avalaban el crimen, sino que condenaban a una inocente víctima, la mujer vilmente atropellada, a tener que convertirse en madre de un hijo no deseado, que puede llegar con todas las taras genéticas de un ser sin entrañas (…) Muchísimas mujeres pensamos lo mismo. Soy católica y también madre y abuela, pero aunque un sacerdote me quisiera convencer de que la opinión ‘jurídica’ estuvo bien, no la compartiría. Me gustaría conversar con usted. Llámeme.”
(Delfina Bunge)
“Estimada señora: Su carta de lectores “Mujer violada” me ha conmovido profundamente. La felicito por su claridad de mente, su libertad de espíritu y su valentía. Reciba un cordial y emocionado saludo.”
(Florencio Escardó)
La famosa carta es la que sigue:
“Una mujer no es una incubadora”
Señor Director:
“Agradezco la publicación de unas cuantas ideas en respuesta a una carta aparecida el 18-7-89 sobre el pedido de aborto de una mujer violada.
“He tenido hijos y he escrito libros. Sé, pues, lo que es procrear y crear. Crear y procrear, en el hombre, son obra del pensamiento y del sentimiento. A diferencia de los animales, en los que son obra del instinto. Esa diferencia capital define lo que es legítimo de lo que no lo es en los seres humanos. El sexo mismo tiene un sentido distinto en una especie y en la otra. En los humanos existe un incentivo que llamamos amor. Ese acto en el animal es el estado de celo, un despertar de los sentidos y nada más. Nadie puede justificar un acto de violación que nos retrotrae a la animalidad. El hombre es superior por sus sentimientos y por la razón.
“Por lo tanto avalar el crimen de la violación de una mujer –y la violación es uno de los mayores crímenes—y querer imponerle la consecuencia –no querida—de la gestación, producto de un acto de violencia irracional y no del mutuo amor, es aceptar ambas cosas: el crimen y la animalidad. No es la procreación lo que justifica el amor, sino el amor lo que justifica la procreación.
“En el asunto de la muchacha violada, que ha tenido la valentía de repudiar la violencia ejercida sobre ella y defender su derecho a interrumpir la gestación, han intervenido un juez y un abogado que dice defender el derecho a la vida del embrión. Cuánto más valido sería que defendieran ese derecho en los jóvenes en la plenitud de la vida, que son aniquilados por guerras, por la miseria y demás plagas de una sociedad injusta.
“Y me pregunto ¿es posible apoyar un delito presente –el de la violación—en nombre de un derecho hipotético, el de un injerto que no es su hijo?
“Soy individualista, y lo soy porque amo a la humanidad, que está construida por individuos. Se ha legislado sobre el derecho inviolable de la propiedad. Pues bien, he escrito ‘Mi cuerpo es mi casa’. Y es mi propiedad.
“Y si la legislación declara sin culpa al que mata al ladrón que entra en casa ajena, yo declaro que esa muchacha está exenta de culpa si interrumpe su embarazo –no querido–, producto del delito de violación. Una mujer es una persona, no es una incubadora.”
Fina Warschaver
Vuelta de Obligado 2284 Capital
(Carta publicada en el diario La Nación el sábado 23 de septiembre de 1989)
"Fina Warschaver perteneció a la Argentina invisible, la que trabaja infatigable en la sombra, lejos del escenario, aferrada a la autenticidad ya lo profundo", había dicho el escritor Raúl Larra, al despedir sus restos en nombre de la Sociedad Argentina de Escritores, el 30 de julio de 1989.




Epitafio en movimiento
Voy a morir sin dejar rastro,
menos que el caracol ovillado en su membrana,
menos que el aliento condensado en la ventana,
menos que la ojera del guijarro en el estanque,
menos que el latido de la almeja en la arena,
menos que la voluta de la pluma en el aire,
menos que el humo que empaña la mañana.
Ah, si fuera
estrella de nieve en el vidrio del recuerdo,
rosa náutica en el mar del pensamiento,
vela enamorada del viento, pasaría
como espectro de luz en la semana y dejaría
el color de cada día. Pero
voy a morir sin dejar rastro.












jueves, 1 de agosto de 2013

MANUEL DEL CABRAL: EL NARRADOR DE LA POESÍA AFROANTILLANA




Manuel del Cabral Tavárez (1907-1999), fue un escritor polémico y el más conocido en las letras de su país.
El narrador antillano desarrolló una obra sin parangón alguno en la literatura dominicana, una obra que el poeta calificó como su “voz viva” y que registró a través de cuentos, novelas y poesía.
Su labor fue una de las más perdurables y trascendentes que se hayan escrito en la literatura dominicana ¿Qué queremos decir con esto? Que fue una producción que asumió riesgos continuamente, que tuvo la capacidad de reelaborarse y que se halla insertada entre la corriente de renovación de la lengua que empieza con Rubén Darío y continúa con César Vallejo, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y otros notables poetas. Que la diversidad, la riqueza, la exhuberancia y la experimentación de la obra de del Cabral llevan a que esta sea asimilada por las nuevas generaciones, escuelas y movimientos literarios. Mientras los poetas del pensar reivindican un libro de temática metafísica como Los huéspedes secretos los poetas de la generación de la posguerra leían y releían los poemas sociales incluidos en La isla ofendida o De este lado del mar. Y en ese mismo tenor, al tiempo que otros se reencuentran con el Compadre Mon o con la poesía negra de Trópico negro, varios artistas performanceros y poetas actuales, se interesan más por sus libros satíricos y de alto contenido erótico, tales como Pedrada planetaria o Sexo no solitario. Aunque algunas de las obras más valiosas de Manuel del Cabral no han vuelto a editarse, los poetas jóvenes las sacan de los anaqueles, las hurtan de las bibliotecas o se las envían en formato electrónico por la Internet a otros jóvenes para que descubran a un solitario. No es para nadie una sorpresa que Manuel del Cabral siga siendo un desconocido en su país, al tiempo que en otros latitudes se estudie con ahínco y rigor. La ausencia de una tradición académica y crítica en su tierra ha influido en que tanto Manuel del Cabral como otros grandes poetas dominicanos no sean estudiados con la dedicación que merecen. Manuel del Cabral sigue siendo una de las asignaturas pendientes para los críticos y literatos dominicanos. Aún se necesita situar adecuadamente su obra desde una perspectiva dominicana, así como su relación con la tradición poética de su lengua. Sin embargo, esto ya dependerá del tiempo y del desarrollo de las academias y las escuelas literarias en su propio país.
Este caso tiene enorme similitud con otros escritores latinoamericanos, por eso nuestra dedicación es rescatar a esos valores que lamentablemente parecen dejarse de lado. Manuel del Cabral recibió en Argentina todo el apoyo que careció en su tierra. Durante su permanencia y después de su desaparición, su obra estuvo presente en la mayoría de las librerías de la calle Corrientes; aún  hoy, en algunos reductos secretos pueden encontrarse las ediciones que pasaron de mano en mano.

Don Manuel (así lo recuerdan sus compatriotas), nacido en Santiago de los Cabellos, República Dominicana, el 7 de marzo de 1907, es junto con Pablo Neruda, César Vallejo, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén y otros tan renombrados autores, uno de los pilares en que se sostiene la más alta poesía Iberoamericana. Con más de setenta libros editados, la mayoría publicados en Argentina, fue un defensor incansable de los derechos de los desheredados y jamás dejó de reflejar en su obra sus preocupaciones políticas y sociales. Manuel del Cabral atravesó las fronteras de su país con su estilo poético sumamente descriptivo, tanto de su Caribe natal como de los matices de una América misma. Bien llamado "poeta mayor", ha sido reconocido internacionalmente, en especial por su poesía negra, que juntamente con Nicolás Guillén fueron los primeros en poder expresarla. Al lado de Rubén Darío y Pablo Neruda es uno de los grandes cultores de la poesía erótica y también maestro en el género del cuento y la novela.
Lo que hoy conocemos como las Antillas fue el mágico paraíso a donde llegaron los españoles buscando una ruta hacia la India. Pero la historia no comenzó con el llamado 'descubrimiento'. República Dominicana, Puerto Rico, Haití, Cuba, eran antes de la llegada de los conquistadores cuna del esplendor de la cultura taína, indígenas diezmados en la conquista. Esta cultura, con su lengua rica en voces y en imágenes luego pasó a ser una de las tantas raíces en las cuales crecieron los habitantes de estas islas y su cultura actual, entretejida con aportaciones que llegaron en barco desde África y Europa. Es precisamente en lo que hoy llamamos Dominicana, donde Cristóbal Colón arribó en ese histórico 12 de octubre, un día que para bien o para mal cambió el rumbo de la historia de nuestro continente. Lo que hoy conocemos como Santo Domingo, capital de Dominicana, fue bautizada por aquellos días como "La Hispañola", un lugar donde se implantó la civilización cristiana por primera vez en América y donde se efectuaron los primeros intercambios culturales de carácter permanente entre indígenas, españoles y esclavos africanos, dando inicio a un proceso de mestizaje del que es hijo todo el territorio antillano. Ese encuentro de razas y culturas fue el origen de una identidad en la que se inscribió el escritor Manuel del Cabral.

Esta república, como todas sus hermanas iberoamericanas, luego de su independencia del reino de España sufrió los avatares de pertenecer al hoy llamado tercer mundo sobre el cual se ciernen las potencias del norte. También sufrió dictaduras, revoluciones y ha acumulado una increíble deuda externa, casi como escalón obligado en la historia de los pueblos de este continente.

Muy cercana a la frontera con Haití, la ciudad de Santiago de los Caballeros, probablemente fuese un pueblo apenas echando cimientos de lo que es hoy la segunda ciudad en importancia de Dominicana. Un pueblo que en el corazón de un retazo de tierra escondida entre el inmenso Océano Atlántico y el Mar del Caribe, daba a luz a Manuel del Cabral. Un pueblo al que estaban llegando nuevos inmigrantes europeos y en el que la raza negra fue una de las influencias culturales más fuertes que había dejado la conquista.

Por mandato de su padre inició la carrera de Derecho, aunque su pasión siempre fueron las letras. De modo que se entregó a éstas de forma irregular, compaginando su trabajo formal con el literario, pese a la inmensa negación que su progenitor ponía frente a esta segunda actividad.

Por aquella época, el Manuel adolescente, rebelde ante la orden familiar de ser abogado, trabaja como linotipista y librero, enojado con su padre emigra a New York, donde trabaja como lavacopas y limpiavidrios. Cabral padre, finalmente lo convence de trabajar en el servicio exterior, allí descubre un mundo distinto y comienza a viajar a otras culturas.



Realizó labores diplomáticas como embajador de su país en Estados Unidos, Perú, Colombia, Chile y Argentina, donde vive muchos años y se relaciona con los autores de la izquierda literaria. Argentina representó para el escritor su segunda patria, la adopta con enorme cariño después de un viaje que marcaría su destino personal. Aquí se casa con la madre de sus cuatro hijos, vive durante más de diez años y publica algunos de sus libros más emblemáticos: Compadre Mon y Chinchina busca el tiempo, entre otros. Antes de regresar a Dominicana en 1944, varios amigos le organizan una despedida memorable, entre otros estaban sentados a la mesa Quinquela Martín, Nicolás Avellaneda, Luis Cané, Arturo Capdevila y Oliverio Girondo.

Sus años en España lo convirtieron en una de las presencias más consistentes en las letras hispanoamericanas en ese país. Luego Brasil, nuevamente Dominicana y durante la revolución del '55 en su país, vuelve a la Argentina. En esa época el gobierno del dictador Rafael Leónidas Trujillo hizo que del Cabral pidiera asilo político en Argentina durante otros 17 años en los que Don Manuel se enamoró incondicionalmente de esta tierra que siempre consideró como su segunda patria. Sus más allegados han dicho que de Manuel se puede decir que es dominicano, argentino y continental.

Su obra, que abarca varias décadas, es vasta y exquisita. Se desenvuelve en varios géneros de la poesía, desde la amorosa hasta la épica, pasando por la negroide y metafísica. Encarnó algunos de los más bellos poemas afroantillanos con Doce Poemas Negros (1935), Compadre Mon (1940) y Trópico Negro (1943). En 1998 fueron editados por la Biblioteca Nacional dos antologías con sus escritos: Antología poética y Antología de cuentos.

Igualmente se desempeño con maestría en sus facetas lírica, epopéyica, existencial y metafísica. Pero del Cabral no sólo fue poeta mayor, también escribió varios libros de prosa, novelas y hasta obras teatrales. De uno de sus más conocidos y admirados libros de cuentos, Chinchina busca el tiempo, fue elogiado por  Gabriela Mistral en París luego de recibir el Premio Nobel. La chilena declaró que Chinchina busca el tiempo es superior a Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez y que es uno de los libros más significativos de las letras castellanas.

También Ernesto Sábato sería uno de sus más grandes admiradores. En una carta le escribió: "Tu sabes bien Manuel, cuanto admiro tu obra, que considero lo más grande que se ha hecho en nuestra lengua..."

Manuel del Cabral falleció a los 92 años en Santo Domingo y dejó un legado de obras magistrales. En 1992 recibió el Premio Nacional de Literatura y en 1997 fue propuesto para el premio Cervantes que se otorga en España. Ha sido un incansable defensor de los derechos humanos en toda América. En Argentina muchos lo recuerdan como un gran hombre, un gran escritor y un gran amigo.

Obras publicadas:

Pilón (1931), Color de agua (1932), Doce poemas negros (1935), Poemas (1936), Ocho gritos (1937), Biografía de un silencio (1940), Compadre Mon (1940), Manuel cuando no es tiempo (1941), Trópico negro (1942), Chinchina busca el tiempo (1945), Sangre mayor (1945), De este lado del mar (1948), Antología tierra 1930-1949 (1949), Los huéspedes secretos (1951), Carta a Rubén (1951), Segunda antología tierra 1930-1951 (1951), Veinte cuentos (1951), 30 parábolas (1956), Sexo y alma (1956), Dos cantos continentales y unos temas eternos (1956), Antología clave 1930-1956 (1957), Pedrada planetaria (1958), Carta para un fósforo no usado y otras cartas (1958), Catorce mudos de amor (1962), Historia de mi voz (1964), La isla ofendida (1965), Los relámpagos lentos (cuentos, 1966), Los anti-tiempo (1967), El escupido (novela, 1970), Sexo no solitario (1970), El presidente negro (novela, 1973), La carabina piensa (1976), Cuentos (1976), Palabra (1977), El jefe y otros cuentos (1979), Diez poetas dominicanos: tres poetas vivos y siete desenterrados (1980), Cuentos cortos con pantalones largos (1981), Cédula del mar (1982), Antología tres (1987), La espada metafísica(1989).


NEGRO SIN NADA EN TU CASA

Yo te he visto cavar minas de oro
—negro sin tierra—.
Yo te he visto sacar grandes diamantes de la tierra
—negro sin tierra—.
Y como si sacaras a pedazos tu cuerpo de la tierra,
te vi sacar carbones de la tierra.
Cien veces yo te he visto echar semillas en la tierra
—negro sin tierra—.
Y siempre tu sudor que no termina
de caer en la tierra.
Tu sudor tan antiguo, pero siempre tan nuevo
tu sudor en la tierra.
Agua de tu dolor que fertiliza
más que el agua de nube.
Tu sudor, tu sudor. Y todo para aquel
que tiene cien corbatas, cuatro coches de lujo,
y no pisa la tierra.
Sólo cuando la tierra no sea tuya,
será tuya la tierra.

A Manuel del Cabral se lo asocia de manera decisiva con el postumismo. El postumismo fue un movimiento literario innovador que surgió en República Dominicana en 1921. Esta corriente cambia radicalmente el discurso poético dominicano. Es a partir de su nacimiento que se comienza a hablar de poesía dominicana tradicional y de poesía moderna. Esto fue debido a que los postumistas pusieron en práctica una nueva forma de poetizar la realidad dominicana

La segunda década del siglo XX, marca un momento notable en la historia occidental. En Europa ocurren muchos cambios tanto en el mundo de la ciencia, la política y las artes. Es un momento en el que el hombre pone en tela de juicio todos los conceptos y patrones hasta entonces aceptados y busca una nueva manera de expresión. En esta época surgen una serie de tendencias y escuelas; entre las más notables: el Dadaísmo, el Futurismo, el Creacionismo y el Formalismo ruso. Estas nuevas actitudes apenas llegan a Santo Domingo que se encuentra para ese momento bajo la dominación del gobierno norteamericano que sucede desde 1916 a 1924.



El nombre de postumismo fue creado por Domingo Moreno Jiménez. Se trata de un neologismo derivado del vocablo Póstumo. Le llamó así porque él tenía la convención de estar escribiendo una poesía que sólo sería comprendida más tarde. Se trata entonces de una lírica que se proyecta hacia el futuro.
Es Domingo Moreno Jiménez el personaje más importante de este movimiento.

Se puede decir que Moreno Jiménez ha sido el único poeta dominicano que no solo se nutre de las vivencias populares sino que es también sustentado por el pueblo. Se dice que Jiménez cargando con un maletín lleno de panfletos de su poesía se montaba en un transporte urbano para llevar a vender sus poemas postumistas al interior de la Isla. A Moreno Jiménez se le reconoce como la personificación del postumismo por su esencia humilde junto a sus pretensiones grandiosas y sus sueños trascendentales. Moreno Jiménez publica esporádicamente una revista portadora de los ideales postumistas titulada El día estético.

Además de Moreno Jiménez constituyen este movimiento Alberto Baeza Flores y  Mariano Lebrón Saviñon. Por otro lado, los tres grandes poetas independientes de la época cuya labor culmina en la publicación de poemarios a principios de los cuarenta, Tomás Hernández Franco, Manuel del Cabral, y Héctor Incháustegui Cabral, son herederos del mundo postumista.

El movimiento postumista como grupo sólo dura un año. Después de la celebración del primer aniversario, los postumistas fundadores comenzaron a distanciarse entre si, y a los ataques de sus detractores se sumaron contradicciones estéticas y problemas de liderazgos De manera tal, que los postumistas no lograron íntegramente los objetivos de su extenso manifiesto debido en parte al poco tiempo de unidad del grupo y a las limitaciones artísticas de sus integrantes.

También es meritorio nombrar en este terreno a La Poesía Sorprendida, agrupación literaria aparecida en Santo Domingo en 1943. El origen de La Poesía Sorprendida está ligado a los Triálogos que iniciaron los poetas Alberto Baeza Flores,  Domingo Moreno Jimenez y Mariano Lebrón Saviñón entre 1942 y 1943. Moreno Jimenez explica el origen de La Poesía Sorprendida de la siguiente manera: "Baeza Flores, Lebrón Saviñón y yo nos sentamos una vez a conversar, Baeza iba copiando todo cuanto se decía. Aunque antes de eso yo tenía el criterio  de que la poesía no debía escribirse sino hablarse.  Entonces, todo cuanto habíamos dicho  en la conversación lo titulamos: Los triálogos. Se redactaron, además, La infinita estética, Cosmo hombre y Nuevos triálogos, este último no se publicó. Cuando los llevé a la imprenta para publicarlos, los titulé: Ediciones de la poesía Sorprendida, a ellos le gustó el nombre y cuando me vieron me gritaron: hoy decidimos hacer una revista: La Poesía Sorprendida.
Moreno Jimenez apareció en los primeros números de la revista La Poesía Sorprendida. No obstante, desde la reunión inicial para la formación de dicho grupo, éste fue excluido del mismo. Baeza Flores y Lebrón Saviñón se reunieron con Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce y el poeta y pintor  español Eugenio Fernández Granell y, bajo el lema de Poesía con el hombre universal, dejaron formalmente constituido el grupo.
Según Enrique Anderson Imbert, La Poesía Sorprendida es el acontecimiento cultural y literario de la década de los cuarenta en la vida dominicana. En ningún momento hasta entonces ha tenido la literatura dominicana esa relación sostenida con las literaturas de América. Pedro Salinas y Andrés Bretón se detienen en la isla entusiasmados por la labor de esos jóvenes amantes de las letras que luchan por mantener su espíritu.
Los sorprendidos reciben también el Tercer cántico de Jorge Guillen que publican en la colección El desvelado Solitario en septiembre de 1944 y que se reparte junto al número doce de La Poesía Sorprendida. Reciben además carta de Juan Ramón Jiménez en la que afirma interés en la labor de los jóvenes y solicita los números de las revistas publicadas.
Además de poner la literatura dominicana en el mapa literario del momento, los sorprendidos trabajaban para fomentar el interés y la difusión de el país no sólo de las letras dominicanos sino también universales. Se ofrecían veladas y lecturas poéticas en salones y parques.






Se puede decir que Manuel del Cabral es un post-postumista que enriqueció la vertiente y dinamizó en concepto de sus antecesores. De hecho su Antología Tierra, publicada en España por el Instituto de Cultura Hispánica, consolidó su fama de gran poeta. Por méritos se le iguala a Pedro Mir Valentín considerado el Poeta Nacional.


EL CENTAVO

Sequía, el avaro, no perdió dos minutos en dirigirse a su casa para guardar el último centavo que le cobró sin escrúpulos a uno de sus pobres inquilinos. El usurero era frío. Su silencio era cruel. Su casa sólo tenía un ruido: el oro de Sequía. Y una muda biografía: aquel centavo...Pero Sequía inquietóse... Iba a ver el centavo diariamente. Y una mañana se despertó sorprendido: encontró que la moneda tenía el doble de su tamaño. Poco tiempo después, el centavo ya no cabía en las manos, ni en la caja de hierro de su dueño. Pero, ¿a quién comunicarle un hecho tan útil, tan valioso? Su dueño pensaba que aquello podría ser su gran mina de hierro. Sin embargo, fue inútil el silencio de Sequía. El centavo, en un rápido y extraño crecimiento, cubría ya la habitación de su amo, amenazando rajar y derrumbar las paredes de la casa. Desesperado, Sequía hace astillas su silencio y, como un agua sin cauce, sale su grito en busca de caminos... La calle hecha ojos, rodea al avaro; rodea su casa. En tanto, el centavo, en una desenfrenada hinchazón, derriba el caserón y, de súbito, invade el pueblo. Mas los picapedreros, las dinamitas... todo ha resultado inútil; pues donde al centavo se le quita un pedazo, crece inmediatamente renovando lo perdido. La gente huye hacia el campo. Se vuelven de metal calles y plazas. No queda hondonada, ni agujero, ni llanura. El centavo por minutos  crece más y más. Ahora, su gran masa de cobre se desplaza hacia los fugitivos; por momentos, da la sensación de que aquella fuerza sin límites es un instinto, un impulso premeditado y dirigido, porque el centavo es un huracán de hierro, sin piedad... Hombres y bestias huyen a las montañas. Y el mundo comienza a morir bajo aquella extraña mole. Vegetación y agua han desaparecido. De pronto, la poca humanidad que quedaba en tierra alta ve a Sequía andando sobre la gran moneda. Y con las lágrimas que caían de la gente que estaba en las montañas, Sequía, el avaro, se quitaba la sed...

  
LOS HOMBRES NO SABEN MORIRSE.

Los hombres no saben morirse...
Unos mueren no queriendo la muerte;
otros
la encuentran en un beso, pero sin estatura...
otros
saben que cuando cantan no le verán la cara.

Los hombres no se mueren completos, no saben irse enteros...
Unos reparten en el viaje sus retazos de muerte;
otros
dejan el odio para cuando vuelvan...

Otros se van tocando el cuerpo
para saber si salen de la trampa...

Los hombres no saben morirse...
Unos van dejando su yo sin comprenderlo;
van dejando basura para esciba esotérica;
otros
se vuelven hacia adentro ante el vacío...

Pero todos,
con el cadáver de su tiempo al hombro,
todos,
todos son el Uno,
el Uno
que sólo por amor vuelve a la tierra.


AIRE DURANDO

¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

Hay muertos que van  subiendo
cuanto más su ataúd baja...
Este sudor... ¿por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van  subiendo
cuanto más su ataúd baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van  subiendo
cuanto más su ataúd baja...

Donde la voz parece más del árbol

Donde el hombre es un árbol.
Aquí, donde los ojos de los niños...
Tal vez aquí no puedo decir nada.
Tan cerca estoy de cosas
que están siempre desnudas.
Puede mi tiempo ahora herir la tarde.
Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con precio,
vengo de tantos vientres con inéditos gritos,
que me sube la voz igual que un ojo.
Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene ropa
desentierra los huesos de su sonrisa:
su azucena valiente y definida,
su azucena harapienta.


EL HUESPED DE LOS PÁJAROS

Yo sé bien que se hiere cuando silva.
Comprendo que la tarde la va haciendo su canto.
Me sé bien de memoria que su garganta pone
más azul en los charcos que pisan los boyeros; y pone
unas tierras extrañas en las bárbaras guitarras
de los pinos.

Comprendo que en el cutis del mar escribe cartas
que sólo leen durmiendo los marinos;
comprendo que su pico
empuja a la mañana como el río sus rizos, la lleva
con el calor de un viento hasta los hombres. Comprendo
que sólo cuando él mueve las palabras, las cosas
van cayendo en la tierra con la novedosa inutilidad
que tiene siempre el árbol para dejar caer
sus profundos frutos, inevitables de ser un poco Dios.
Sin embargo, si no lo viera, si no lo tocara,
me sería difícil comprender su presencia.
No siempre
baja a tierra, pero siempre
bebe en el ojo suelto de un rocío.


EL HUÉSPED DE PIEDRA

Recordando el tatuaje ritual de los marinos,
los náufragos de ojos redondos como el miedo,
firman con arañazos en mis carnes su nombre.
Pero un náufrago terco
de mar equivocado por mi sangre
arañazos me hace tan secretos
que me llena de hondas escrituras de clave.
Huésped mío,
¿qué buscas?
¿qué quieres,
que a fuerza de ser mudo me golpeas
como un odio sin puertas?
¿Qué más quieres?
¿No oíste?
¿No me oyes?
¿Son tan hondos tus ruidos?
¿Qué cincel hace tiempo le da golpes azules
a esta piedra triste tirada aquí...
mi cráneo?
Ahora tú, tú sola.

¡Oh muerte que me pones ya tan joven!





EL MUEBLE

Por escupir secretos en tu vientre,
por el notario
que juntó nuestros besos con un lápiz,
por los paisajes que quedaron presos
en nuestra almohada a trinos desplumados,
por la pantera aún que hay en un dedo,
por tu lengua
que de pronto desprecia superficies,
por las vueltas al mundo sin orillas
en tu ola con náufragos: tu vientre;
y por el lujo que se dan tus senos
de que los limpie un perro que te lame,
un ángel que te ladra si te vistes,
cuatro patas que piensan cuando celan;
todo esto me cuesta solamente tu cuerpo,
un volumen insólito de sueldos regateados,
un ponerme a coser silencios rotos,
un ponerme por dentro detectives,
cuidarme en las esquinas de tu origen,
remendar mi heroísmo de fonógrafo antiguo
todo el año lavando mis bolsillos ingenuos
atrasando el reloj de mi sonrisa,
haciendo blanco el día cuando llega visita,
poniéndole gramática a tus ruidos
poniendo en orden
el manicomio cuerdo de tu sexo;
déjame ahora
que le junte mis dudas a la escoba,
quiero quedarme limpio como un plato de pobre;
tú,
que llenaste mi sangre de caballos,
tú,
que si te miro me relincha el ojo,
dobla tu instinto como en una esquina
y hablemos allí solos,
sin el uso,
sin el ruido
del alquilado mueble de tu cuerpo.

Ellos
Ellos no tienen lecho,
pero sus manos
son las que hicieron nuestras casas.

Ellos comen cuando pueden
pero por ellos comemos cuando queremos.

Ellos
son zapateros pero están descalzos.

Ellos nos visten pero están desnudos.

Ellos
son los dueños del aire cuando manejan alas,
mas son los limosneros del aire de la tierra.

Ellos no hablan,
tienen palabras vírgenes... Hacen nuevo lo viejo...

La mañana lo sabe y los espera...


HUÉSPED DESENTERRADO

Toda la noche
la cotorra del brujo picoteando el silencio.
Toda la noche
estuvieron los hombres bregando con trozos de tinieblas.
Toda la noche
el farol casi humanos con su poco de día,
matando la mirada dulce-azul del cocuyo.
Y nada.
El sepultado ni siquiera hedía.
Todo aire de muerto lo mataban las flores.
¿Es que se hundió como si fuera en agua?
Ayer, precisamente, se le vio en la bodega,
luchando entre penumbra con unos diosecillos
que saltaban sin tregua
desde el tonel del vino hasta la copa,
y corrían,
corrían,
como un grupo caliente de cosquillas
por su cuerpo varón y su neblina.
Toda la noche
estuvieron los hombres cucuteando,
registrando la tierra.
Sin embargo, mi perro está ladrando,
hoy a las siete de la mañana
mi perro está ladrando,
ladra junto a una mano que parece de náufrago fijo.
¡Creció el cadáver
igual que un árbol para dar su fruto!


HUÉSPED SÚBITO

Ahora estás aquí.
¿Pero puedes estar?
Tú dices que te llamas... Pero no, no te llamas...
Desde que tengas nombre comienzo a no respirarte,
a confirmar que no existes,
y es probable que desde entonces no te nombre,
porque cualquier detalle, una línea, una curva,
es material de fuga;
porque cada palabra es un poco de forma,
un poco de tu muerte.
Tu puro ser se muere de presente.
Se muere hacia el contorno.
Se muere hacia la vida.


LA CARGA

Mi cuerpo estaba allí... nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir... le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.

HABLA COMPADRE MON
Lo que ayer dije yo
a gritarlo vuelvo ya:
¿tierra en el mar?
No señor,
aquí la isla soy yo.
Algo yo tengo en el cinto
que estoy como está la isla,
rodeada de peligro.
Sí, señor, mi cinturón:
ola de pólvora y plomo.
Aquí la isla soy yo.
Cabe, lo que dije ya,
siempre aquí, como le cabe
el día en el pico de ave.
¡Qué bien me llevan la voz
las balas que sueño yo!
Y no lejos del hombre
de tierra adentro y dormido
la verde fiera que siempre
nos pone un rabioso anillo...
Estoy hablando del mar
porque en él hay algo mío...
¿Pero estoy hablando yo
de una Antilla, tierra en agua?
No señor,
con la cintura entre balas,
al mapa le digo no.
Aquí la isla soy yo.